Inmunidad y estatus antioxidante

El sistema inmunológico ha evolucionado a lo largo de millones y millones de años como un mecanismo de defensa extremadamente potente y eficiente dirigido hacia un único objetivo; para mantenernos saludables. La función principal del sistema inmunitario es proteger al cuerpo contra infecciones por virus, bacterias, hongos y parásitos patógenos. También juega un papel clave en la prevención y reparación del daño (oxidativo) causado por el estrés debido a factores ambientales como la irradiación, las temperaturas subóptimas, la calidad del agua (bebida), las toxinas y la manipulación humana. En ocasiones, el sistema inmunitario puede reaccionar de forma exagerada o perder el equilibrio. Dichos desequilibrios pueden provocar trastornos inmunológicos como inflamación de bajo grado (por ejemplo, artritis, gingivitis), alergias u otras afecciones de salud. El sistema inmunitario puede suprimirse, lo que reduce la resistencia general a las infecciones (patógenas). Por lo tanto, un sistema inmunológico que funcione correctamente es esencial para la buena salud de todas las especies animales.

Tres principios fundamentales de la inmunidad son comunes a todos los seres vivos; reconocimiento, procesamiento y eliminación de amenazas. El sistema inmunitario necesita reconocer el peligro invasor (distinguiendo entre lo propio y lo ajeno), procesar esta información y eliminar la amenaza. Todos los animales deben mantenerse saludables empleando estos principios "simples".

Un organismo que puede causar una enfermedad se llama patógeno. La virulencia de un patógeno varía mucho y depende de su capacidad para evadir las defensas del organismo. Las defensas del organismo incluyen barreras físicas (p. ej., piel, pared intestinal, mucosas) que excluyen a los invasores, inmunidad innata (inespecífica) que proporciona una protección inicial rápida e inmunidad adaptativa (específica) que proporciona una inmunidad eficaz prolongada. Un sistema inmunitario que funcione correctamente puede distinguir entre los patógenos y su propio tejido sano.

Si bien es evidente la importancia de un sistema inmunológico que funcione bien, a menudo se observan múltiples ejemplos de inmunidad subóptima. La supresión inmunológica, por ejemplo, por estrés, la medicación o el envejecimiento puede hacer que los animales sean más susceptibles a las enfermedades infecciosas u otros problemas relacionados con el sistema inmunológico. Un estado antioxidante adecuado apoyará al animal durante los desafíos en los que está presente el estrés oxidativo, por ejemplo, la liberación de especies reactivas de oxígeno (ROS) durante las infecciones inmunológicas. Los desequilibrios del estado inmunitario pueden provocar reacciones alérgicas, inflamaciones (crónicas) o enfermedades autoinmunes. La optimización de la respuesta inmune puede ser beneficiosa en el caso de muchos problemas de salud.

Los aditivos para alimentos pueden desempeñar un papel en el apoyo y la optimización del estado inmunitario de los animales. Los aditivos nutricionales pueden actuar como inmunomoduladores, tener efectos antiinflamatorios, respaldar el estado antioxidante y tener un efecto antipatogénico (directo). Desde diferentes ángulos, los aditivos para alimentos pueden optimizar el estado inmunitario de los animales de producción y de compañía, lo que se traduce en una mejora del estado de salud de los animales.

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